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Visitar la Sainte Chapelle

La Sainte-Chapelle era ya uno de los imprescindibles de París antes del incendio de Notre Dame en abril de 2019, pero ahora es una visita incluso más interesante porque es uno de los lugares mejor situados para servir como reemplazo de la famosa iglesia parisina. Si bien sigue siendo un monumento con suficientes visitantes, pero tampoco desbordado, es posible que hasta que Notre Dame vuelva a abrir (habrá que esperar como mínimo a 2024) la afluencia de turistas aumente.

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Sainte Chapelle by Chris Chabot on Flickr.

Historia

La Sainte-Chapelle fue construida a mediados del siglo XIII, dentro de la residencia real, el Palacio de la Cité, bajo órdenes del rey Luis IX, que más tarde sería canonizado como San Luis de Francia. La iglesia es de un curioso estilo gótico francés llamado rayonnant y, si hay una palabra para describirla, es indudablemente «radiante». Las paredes están pintadas de colores muy vivos, pero evidentemente su mayor atractivo son las vidrieras. La gran mayoría de sus muros están cubiertos con estos cristales y un rosetón. Esto le da un aura especial al edificio, más atractivo y menos sobrio que otras iglesias, y cuando entra la luz por las vidrieras es maravilloso.

Información práctica

El monumento se encuentra en la île de la Cité, la misma isla en la que se sitúan Notre Dame y el mismo edificio que la Conciergerie. La cola de entrada suele estar un poco antes que la Conciergerie y pegada a la fila para acceder al Palacio de Justicia de París. La estación de metro más cercana es Cité, de la línea 4; sin embargo, Saint-Michel/Notre Dame (línea 4 de metro y RER B) también están cerca. Si no, Hôtel de Ville (líneas 1 y 11 del metro) están a unos 5 minutos a pie del lugar, cruzando simplemente el puente de Arcole hasta la île de la Cité.

Abre de 9 de la mañana a 5 de la tarde (hasta las 7 de la tarde entre abril y septiembre) todos los días de la semana excepto tres días al año: el 1 de enero, el 1 de mayo y el 25 de diciembre. Esto significa que viene especialmente bien los días que los museos están cerrados, que suelen ser lunes o martes. En hora punta puede haber un poco de cola, alrededor de media hora, así que siempre es mejor ir a primera hora o, si no es posible, hacia el final del día.

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El precio de la entrada son 10 €, lo que personalmente me parece un poco excesivo. Sin embargo, hay bastantes formas de pagar menos. Los menores de edad entran gratis, al igual que las personas entre 18 y 25 años que residan en la Unión Europea; también los discapacitados con un acompañante, los parados y los periodistas. Para todo ello hay que presentar un justificativo, por ejemplo, el DNI, la tarjeta de discapacidad o una tarjeta que te acredite como periodista. Además, está incluido en el Paris Museum Pass.

Si ninguno de estos casos se aplica a ti, pero además de la Sainte-Chapelle te interesa visitar la Conciergerie, lo bueno es que tienen un billete combinado para las dos. La visita a la Conciergerie cuesta 9 €, pero si compras el billete para las dos te sale a 15 € en lugar de 19 €. Además, con este billete no haces cola en la Conciergerie. Si te interesa, te aconsejo ir a la Sainte-Chapelle, comprar el billete allí, hacer la visita e ir luego a la Conciergerie, donde te saltarás la cola. Están las dos al lado, así que en hora y media puedes haber visitado los dos lugares sin problemas.

Antes de ir, consulta este enlace a la web oficial para asegurarte de que todas las informaciones siguen siendo correctas.

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Capilla inferior

 

La visita

Lo bueno de la Sainte-Chapelle es que la visita es sencilla, es imposible perderse. Entras por la capilla inferior, que es pequeñita y oscura. Puedes dar una vuelta durante unos minutos, mirando los vivos colores y el dorado que brillan con la poquita luz que hay. Luego subes unas escaleras muy estrechas hasta la capilla superior, donde sí puedes pasar un buen rato admirando cada detalle. Tienes las esculturas de los apóstoles en el friso, el altar y sobre todo las vidrieras. Después de dedicarle todo el tiempo que necesites al interior, sal al pequeño balcón que hay debajo del rosetón y podrás admirar los bajorrelieves de la puerta y fachada, donde se presentan escenas religiosas.

Cuando hayas acabado, saldrás por la plaza del Palacio de Justicia a la pequeña calle desde la que has entrado y, si tienes la intención de visitar la Conciergerie, puedes ir directamente, ya que la entrada está a apenas un minutos. Si no, puedes pasear hacia Notre Dame y echar un vistazo a la catedral de camino al metro.

 

 

 

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Sainte Chapelle – Iglesias de París 1

La iglesia más conocida de París es Notre Dame, la más alta es el Sacré Coeur, pero la más bonita es la Sainte-Chapelle. Situada en el corazón de París, en la île de la Cité, la Sainte-Chapelle es uno de los edificios más antiguos que nos quedan de lo que antiguamente fue el Palacio de la Cité, el que fue palacio real hasta el siglo XIV. Si bien no es grande ni parece nada especial desde fuera, no hay más que echarle un vistazo al interior para terminar maravillado por su belleza.

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El Palacio de la Cité

Como ya vimos en la entrada sobre el Louvre medieval, París comenzó en la isla de la Cité y fue expandiéndose poco a poco. Ya en la época romana existía una fortaleza en este lugar. A partir del siglo VI la dinastía Merovingia vivía en el Palacio de la Cité cuando el rey estaba en la ciudad, pero a parte de los últimos años de vida de Clodoveo I, esto no era frecuente. La siguiente dinastía, la Carolingia, cambió la capital a Metz, al este de Francia, por lo que París quedó en segundo plano. No fue hasta que los vikingos estuvieron peligrosamente cerca de atacar París que volvieron a preocuparse por la ciudad y Carlos II el Calvo mandó reconstruir y fortalecer las murallas.

Los Capetos solían residir en sus castillos de Vincennes, Orléans o Compiègne, y raramente estaban en París y en el Palacio de la Cité. Sin embargo, fue esta dinastía la que comenzó a convertir la antigua fortaleza en un verdadero palacio, a la vez que sus dominios se expandían más allá de isla de Francia. Roberto II el Piadoso, hijo de Hugo Capeto, pasó más tiempo que los demás en París y ordenó la mayor parte de las renovaciones con el fin de que su tercera esposa, Constanza de Arlés, estuviese cómoda. Además de reforzar los muros y añadir nuevas puertas, Roberto II construyó la salle de Roi, donde se reunió la Curia Regis (corte real); la chambre de Roi, su propia residencia; y finalmente una capilla dedicada a San Nicolás. Sus descendientes, Luis VI y Luis VII, continuaron agrandando el palacio, creando así la actual Conciergerie.

Sin embargo, fue Felipe II (Felipe Augusto para los franceses) el que dio un cambio radical a la monarquía francesa. Modernizó la administración e instaló los archivos reales, el tesoro y las cortes en el Palacio de la Cité, convirtiendo a París en capital del reino de manera permanente. También mandó pavimentar las calles alrededor del palacio, hasta entonces caminos llenos de barro, creando así los primeros pavimentos de la ciudad. Fue en este moderno lugar que el rey recibió a Ricardo Corazón de León en 1187.

©Photo. R.M.N. / R.-G. Ojéda
Palais de la Cité en Las muy ricas horas del Duque de Berry (1410).

San Luis de Francia

El hijo de Felipe II, Luis VIII de Francia, reinó durante apenas 3 años, sucediéndole su hijo Luis IX. Luis subió al trono con tan solo 12 años, por lo que durante varios años su madre, Blanca de Castilla, actuó como regente. Blanca fue una reina eficaz y transmitió a su hijo no solo su saber en política, sino también su gran fe católica; de hecho, su futura mujer, Margarita de Provenza, fue escogida en parte porque era también muy católica, y los jóvenes reyes hicieron muy buena pareja.

En los siglos XII y XIII Francia estaba en el apogeo de su relación con el Vaticano y los reyes franceses se coronaban como Rex Christianissimus, el más cristiano de los reyes; así que Luis IX tenía razones para sentirse protector del cristianismo y cumplir con el rol de Francia como «primogénita de la Iglesia» (la fille aînée de l’Église).

En 1238, una década antes de empezar sus cruzadas, el rey adquirió una treintena de reliquias: Balduino II, dirigente del Imperio Latino de Constantinopla, tenía una gran deuda con un mercader veneciano llamado Niccolo Quirino, y el muy inconsciente había usado la corona de espinas de Jesús como aval. Luis saldó la deuda del emperador, de 15.000 libras, a cambio de la corona de espinas y otras cuantas reliquias. Estas llegaron a Francia en 1239 y Luis IX decidió crear una nueva iglesia cuyo objetivo principal sería guardar estos objetos preciosos.

San Luis rey de Francia y un paje, El Greco
San Luis rey de Francia y un paje de El Greco (1592-1595).

La Sainte-Chapelle

La iglesia, llamada Sainte-Chapelle, se construyó en el centro del Palacio de la Cité, por un coste de 40.000 libras; sin embargo, el cofre en el que se guardaban las reliquias, llamado grande châsse, costó 100.000 libras. La capilla se consagró el 26 de abril de 1248 y las reliquias fueron trasladadas hasta allí con gran pompa. El rey consiguió así presentarse como el monarca católico más importante, digno sucesor de Carlomagno: el Emperador latino de Constantinopla podía pasar de su palacio a la Hagia Sophia directamente, y del mismo modo, Luis IX podía pasar de su palacio a la Sainte-Chapelle por un pasadizo privado.

La iglesia es un ejemplo perfecto del estilo gótico radiante, lo que en francés se llama rayonnant. Esta etapa es la fase intermedia de la arquitectura gótica, situándose entre el gótico clásico y el gótico tardío, y su inicio coincide precisamente con la subida al trono de Luis IX, tras lo que duró alrededor de un siglo. Si el gótico clásico era austero y centrado en el racionalismo espacial, el radiante tenía interés en la superficie y la repetición de los motivos decorativos. Las catedrales eran más grandes y verticales, construidas con la luz como su elemento central. Los muros dejan de ser un simple sustentante y se llenan de rosetones o vidrieras, las decoraciones se vuelven más complicadas.

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El exterior de la Sainte-Chapelle es relativamente simple: contrafuertes con pináculos, gabletes, ventanales divididos en tracerías, etc. Sin embargo, al igual que un relicario, el tesoro está en el interior. Las vidrieras policromadas ocupan gran parte de las paredes, pero el resto de los muros no son menos impactantes: están pintados de vivos colores, aunque se cree que antiguamente eran incluso más vívidos. En el friso pintaron escenas de mártires y santos y sobre este se encuentran 12 esculturas de los 12 apóstoles. Finalmente, en la fachada norte y en la sur hay un nicho que se usaron como oratorios del rey Luis IX y su madre Blanca de Castilla.

En cuanto a las vidrieras, se encuentran dentro de quince grandes ventanales, abarcando la mayor parte de las paredes. En el muro oeste hay un rosetón con tracería de estilo flamígero, construido a finales del siglo XV. Los dibujos muestran historias religiosas: en el ábside oriental hay tres ventanas que ilustran el Nuevo Testamento, la primera la niñez de Jesucristo, la segundo su Pasión y la tercera la vida de San Juan Bautista; en la nave central se presentan historias de monarcas ideales en el Antiguo Testamento, por ejemplo en el Génesis, Levítico, Deuteronomio o el Libro de los Reyes; y finalmente la última ventana de la fachada sur relatan el descubrimiento de las reliquias de Cristo, sus milagros y su viaje hasta Francia en manos del rey Luis IX.

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Su historia

Aunque a simple vista no lo parezca, en sus casi ocho siglos de vida la Sainte-Chapelle ha sufrido muchos daños, tanto por ataques como por la desgana de los líderes franceses y parisinos. La mayoría de estos daños ocurrieron durante la Revolución francesa, cuando quitaron el campanario y el baldaquino, y se deshicieron de la mayoría de las reliquias de Luis IX. Por suerte, algunas de ellas sobrevivieron y se conservaron en el tesoro de Notre Dame (durante el incendio Jean-Marc Founier, un cura parisino con experiencia trabajando con militares y bomberos, entró a Notre Dame a salvar la corona de espinas de Jesús y la camisa de San Luis, que se encontraban dentro de la iglesia; ahora mismo están todas ellas en el Louvre). La grande châsseel famoso cofre de 100.000 libras, fue fundido junto con otras reliquias.

En 1803, ya en la era napoleónica, se decidió convertir el edificio en un archivo y retiraron dos metros de vidrieras para que entrase más luz al interior. Unas décadas más tarde, en 1855, la actitud del estado hacia su patrimonio artístico había cambiado y se decidió restaurar la iglesia. El artista Félix Duban fue el encargado de dirigir la restauración de las vidrieras, basándose en dibujos y descripciones originales. Al final, un tercio de las vidrieras que vemos hoy en día vienen de esta restauración, pero el trabajo de Duban se considera excelente.

En el último siglo el edificio, pero especialmente las vidrieras, sufrieron bastante: la contaminación atmosférica y el gran número de visitantes son dañinos, pero más aún lo fue el barniz que se le dio a las vidrieras durante la Segunda Guerra Mundial para que sobreviviese a las bombas. Este barniz se oscureció e hizo que ver los dibujos fuese aún más difícil, así que durante casi una década y terminando en 2015 se llevó a cabo una restauración intensa que mejoró el estado de las vidrieras y a la vez las protegió de cara al futuro.

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El presente

Hoy en día la Sainte-Chapelle es exclusivamente un monumento, y aunque no está precisamente vacía de visitantes, no es todo lo popular que puede llegar a ser. Nadie va a París pensando que tiene que ver sus vidrieras sí o sí, cosa que sí ocurre con la Torre Eiffel y el Arco del Triunfo. Aun así, yo la considero uno de los imprescindibles de la ciudad para aquellos turistas que vayan a estar un día entero o más de visita.

También es una muy buena alternativa para suplir el lugar de Notre Dame en una ruta turística, tanto por el contenido de la visita como por su localización, por lo que os aconsejo visitarla en cuanto podáis, antes de que se vuelva más famosa y haya que comprar las entradas con varios días de antelación.

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En pantalla · Francés

5 comedias francesas para sobrevivir a la cuarentena

El coronavirus está poniendo a prueba nuestra capacidad para entretenernos a nosotros mismos, soportar a nuestra familia en un espacio pequeño o aguantar sin ver a parientes y amigos durante a saber cuántas semanas. Algunos estamos leyendo sin parar y otros aprovechan para ver todas esas series y películas a las que habían echado el ojo desde hace años. Hace poco recomendé 5 series francófonas con las que pasar el rato, pero casi todas involucraban asesinatos o desapariciones, así que no son lo más divertido del mundo. Así que ahora voy a recomendar cinco películas que te sacarán una sonrisa durante el confinamiento.

Intocable

Empezamos con la menos graciosa de las cinco, Intouchables. La película se basa en una historia real: un hombre rico, tetraplégico, contrata a un hombre recién salido de prisión después de una condena por robo como cuidador. Uno es un rico estirado y el otro un inmigrante que vive en la zona más pobre de París, pero precisamente por ser tan diferentes termina surgiendo una bonita amistad. Te hace reír y llorar al mismo tiempo.

Bienvenidos al Norte

Y pasamos a la película más francesa de todas, Bienvenue chez les Ch’tis. Philippe es director de Correos en un pueblo pequeñito y su mujer le presione desde siempre para que consiga un puesto en algún lugar más glamuroso, en el Mediterráneo, así que Philippe decide hacerse pasar por discapacitado para tener prioridad en la elección de destino…

Cuando se descubre su estratagema, como sanción le mandan a un pueblo en el norte de Francia, en Nord-Pas-de-Calais; un lugar frío, aburrido y con fama de que sus habitantes, además de ser incomprensibles, son unos paletos monumentales. Es el Ocho apellidos vascos original.

Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?

Esta comedia de 2014, aunque sea francesa, se entiende perfectamente en España. Qu’est-ce qu’on a fait au Bon Dieu cuenta la historia de un matrimonio católico de clase media-alta que tiene 4 hijas: las 3 primeras están casadas con un musulmán, un judío y un francés de origen chino, por lo que los padres ponen todas sus esperanzas en que la pequeña se case con un católico. Lo que no saben es que ella tiene un novio católico… y de origen africano.

Papá o mamá

La película más reciente de la lista es esta: Papa ou Maman. Vincent y Florence están felizmente casados y tienen tres hijos… hasta que un día anuncian a todo el mundo que se divorcian. Aun así todo va bien, hasta que a cada uno le ofrecen su puesto de trabajo de ensueño, cada uno en una punta del mundo… pero, si aceptan, no pueden llevarse a sus hijos consigo. Ante esta situación, ninguno de los dos quiere la custodia, así que son los hijos quienes deciden con quién se quedarán y sus padres intentan convencerles de que escojan al contrario…

Astérix y Obélix: Misión Cleopatra

Finalmente tenemos la que seguramente sea la mejor comedia francesa, una película de la que nadie esperaba nada y terminó siendo toda una obra maestra: Astérix y Obélix: Misión Cleopatra.

Aunque es la segunda película de la serie, no hace falta haber visto la primera para entenderla, y de todas formas, esta es mucho mejor. Todos los personajes son geniales, desde los protagonistas hasta los secundarios. Tienes frases míticas, escenas desternillantes y promete carcajadas de principio a fin. Es la ocasión perfecta de verla por primera o décima vez.

 

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Alternativas a Notre Dame

La iglesia de Notre Dame era, sin duda, una de las atracciones estrella de París, en el top 3 junto con la Torre Eiffel y el Arco del Triunfo. Victor Hugo la hizo famosa con su novela Nuestra Señora de París de 1831, pero Disney le dio el empujón final hacia el estrellato con su adaptación, El jorobado de Notre Dame, en 1996. Ninguna visita a París estaba completa sin entrar dentro de la iglesia y subir a ver el los techos de la ciudad desde lo alto de sus torres.

Sin embargo, desde el incendio del 15 de abril de 2019 la iglesia no se puede visitar por dentro e incluso los alrededores están cercados, haciendo que incluso una foto desde fuera sea misión casi imposible. No hay fecha prevista para su reapertura, pero es dudoso que sea antes de los Juegos Olímpicos de 2024, y algunos expertos dudan que incluso para entonces esté en condiciones de retomar las visitas. Por ello, muchos visitantes buscan otras alternativas con las que llenar el hueco dejado por la catedral.

Aquí podréis encontrar cómo encontrar visitas parecidas o mejores en vuestro tour de París:

Notre Dame at blue hour.
By A. G. Photographe in Flickr.

Sainte Chapelle

Esta es probablemente la mejor alternativa a una visita a Notre Dame por muchas razones. La primera es su situación: está en la île de la Cité, la misma isla en el corazón de París en la que se encuentra Notre Dame. De hecho, están a solo unos pasos la una de la otra. Si habías preparado la visita pensando en ir de un lugar a otro a pie, te encaja perfectamente en los planes y hasta puedes aprovechar para hacerte una foto con Notre Dame desde fuera.

Además, la Sainte Chapelle también es una iglesia y es preciosa, muchos dirían que más bonita que Notre Dame. Es más antigua, del siglo XIII, y mucho más pequeña. Mientras Notre Dame seguía siendo utilizada como iglesia católica, la Sainte Chapelle ya no alberga ritos religiosos y se usa solo como lugar de visita, así que no vas a interrumpir una misa al entrar.

Uno de sus mayores atractivos son sus vidrieras, que cubran casi la totalidad de las paredes. Por si esto fuera poco, el resto del techo está pintado de colores azulados, morados y doradas, por lo que es absolutamente maravillosa. Incluso antes del incendio de Notre Dame, la Sainte Chapelle era uno de los imprescindibles de la ciudad, y ahora que su vecina no se puede visitar, sería un crimen perderse esta joya medio escondida.

Looking back by Chris Chabot
Sainte Chapelle by Chris Chabot on Flickr.

Sainte Chapelle y Conciergerie

Subir a las Torres de Notre Dame duraba alrededor de una hora, entre las colas y la visita, mientras que una visita a la Sainte Chapelle se puede hacer en apenas media hora, especialmente si tienes el Paris Museum Pass o llegas pronto y no tienes que esperar mucho tiempo. Por ello, no está mal aprovechar que están las dos, literalmente, al lado para pasarse otra media hora en la Conciergerie.

La Conciergerie forma parte del Palacio de la Cité, donde están también la Sainte Chapelle y el Palacio de Justicia; pero es famosa porque durante la Revolución francesa se usó como cárcel y allí estuvo encerrada María AntonietaEs un lugar un poco lúgubre en sí mismo, pero para los amantes de la historia y especialmente de esa época es muy interesante. Tienen información sobre varios de los ejecutados, como Danton o el propio Robespierre, y al final una pequeña capilla en la que estuvo la reina.

No merece la pena desplazarse solo hasta aquí para ver la Conciergerie, pero si tienes el Paris Museum Pass está incluido y también venden billetes conjuntos con el de la Sainte Chapelle, así que si vas a visitar la iglesia puede interesarte pasar por aquí.

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Sacré Coeur

Muchas ciudades tienen un iglesia importante, sea St Paul’s Cathedral en Londres o la Sagrada Familia en Barcelona. Si quieres visitar una iglesia famosa en París estando Notre Dame cerrada, y teniendo en cuenta que la Sainte Chapelle ya no funciona como lugar de culto, puedes ir al Sacré Coeur.

La basílica es un caso un poco particular porque, en una ciudad llena de monumentos antiquísimos, es relativamente nueva: empezó a construirse en 1875 y no se terminó hasta 1914. No es una obra maestra de arte gótico, no tiene vidrieras maravillosas; sin embargo, sí es grande e imponente y de un blanco muy bonito.

La visita a la iglesia en sí no esconde ningún tesoro, no tiene demasiado interés por dentro. Sin embargo, se encuentra situada en lo alto de un montículo, por lo que tienes unas vistas preciosas de la ciudad. Si hace bueno, incluso puedes tirarte en las escaleres o la hierba a comer un pícnic. Además, es gratis.

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Panteón

Si nos vamos hacia el barrio latino nos encontramos con otra iglesia que se reconvirtió en monumento: el Panteón de París. En el siglo XVIII, Luis XV mandó construir una gran iglesia en el lugar de la antigua abadía de Santa Genoveva; sin embargo, para cuando la construcción terminó la Revolución francesa ya había empezado. Sus dirigentes decidieron utilizar el nuevo edificio como un templo a la libertad en el que enterrar a los grandes de Francia y esa es aún hoy su misión.

El Panteón tiene dos niveles: arriba hay esculturas dedicadas a guerras, batallas y sus héroes, además de cuadros enormes donde podemos ver la vida de Santa Genoveva y Juana de Arco. También está el péndulo de Foucault, ya que fue en este edificio donde el físico llevó a cabo su experimento (el péndulo original está en el Musée des Arts et Métiers, este es una reproducción). Y en el subsuelo se encuentra la cripta, en la que están enterrados famosos franceses. Algunos te sonarán, como Voltaire o Marie Curie; otros son menos conocidos fuera de Francia, como Simone Veil.

Lo bueno del Panteón es que abre todos los días (excepto algunos festivos especialmente importantes, como el Día de Navidad) hasta las 18:00 y en general no tiene mucha cola. Además, está incluido en el Paris Museum Pass, así que es una buena manera de amortizarlo. Viene especialmente bien si tienes la intención de ir al Jardin de Luxembourg, que está justo al lado, y si hace bueno deberías ir al jardín aunque solo sea a sentarte un rato al sol.

Panthéon de Paris
Panthéon de Paris by Kirk K in Flickr.

 

Invalides

Siguiendo con las iglesias reconvertidas en mausoleo se encuentra el Dôme des Invalides, una iglesia del siglo XVII que Napoleón convirtió en su mausoleo personal. No tenía mal gusto el emperador: es la iglesia más alta de París, de 107 metros, y la cúpula es de oro.

Luis XIV mandó a finales del siglo XVII construir una residencia-hospital para los soldados enfermos o mayores, de ahí el nombre de invalides, inválidos. Una vez terminado el enorme edificio se decidió construir también una iglesia, donde los soldados tenían que asistir a misa obligatoriamente, y la llamaron Saint-Louis des Invalides. 

Más de un siglo después, el emperador Napoleón fue derrotado y exiliado a la isla de Santa Elena en el Atlántico Sur, donde murió en 1821. Sin embargo, incluso después de su muerte siguió siendo muy popular en Francia, así que el rey Luis Felipe trajo sus restos de vuelta en 1840 y se decidió que fuese enterrado bajo la cúpula de la catedral de Les Invalides. Los trabajos para adaptar la iglesia duraron más de 20 años y para cuando se terminaron en 1861 Francia había vuelto a declarar la república y de nuevo la monarquía, pero esta vez con un Bonaparte (Napoleón III, sobrino de Napoleón I) en lugar de un Orléans.

Visitar esta iglesia se parece más a visitar el Panteón que Notre Dame o el Sacré Coeur, lo cual no significa que sea peor. Es un espacio amplio, relativamente tranquilo, con muchos detalles interesantes que observar. Y especialmente, puedes ver la tumba de Napoleón, que es una visita interesante en sí misma. Si estás realizando una visita corta de la ciudad con ver la tumba de Napoleón es suficiente, pero si vas a quedarte varios días y te interesa ver varios museos puedes visitar el Museo de la Armada, que comparte edificio con Invalides; o incluso crear un itinerario de día entero para ir también al Museo Rodin, que se encuentra a 5 minutos a pie.

Les Invalides
Les Invalides