Versalles: Conociendo el dominio
Una de las visitas imperdibles si vas a ir a París es el palacio de Versalles. Antiguo palacio real, testigo del comienzo de la Revolución Francesa, pasó luego a manos de los Bonaparte y hoy en día el presidente francés lo utiliza cuando quiere sacar pecho delante de dirigentes extranjeros. Versalles no es solo un grupo de habitaciones con decoraciones de oro, también tiene montones de obras de arte, jardines e incluso palacetes repartidos por sus dominios. Por todo ello, una buena visita requiere más preparación que otros monumentos parisinos, más tiempo y mucha más calma.
VISITANDO VERSALLES
La primera decisión que hay que tomar es cuánto de Versalles quieres ver. La visita mínima es al Palacio; lo recomendable es hacer al menos el palacio y los jardines; y lo ideal es hacer Palacio, jardines, Gran Trianón, Pequeño Trianón y los dominios de María Antonieta.
El Palacio
Lo más básico es visitar el segundo piso, donde están los apartamentos del rey y la reina y la galería de los espejos. Sin embargo, es recomendable hacer la visita completa, que incluye una introducción a Versalles en la planta baja, la galería de las batallas, los apartamentos de Mesdames (las hermanas o hijas del rey) e incluso las exposiciones temporales, que están incluidas en el billete.
La visita básica de los apartamentos del rey lleva alrededor de una hora, una visita a todo el palacio son dos horas y la exposición permanente es una hora extra. A la entrada ofrecen audioguías gratuitas en varios idiomas y, si no vas en una visita guiada, es muy aconsejable aprovecharlas.
Sin embargo, hay que hacer cola también para entrar, y excepto a primerísima o a última hora, suele haber una fila importante para entrar al palacio. En temporada baja puede ser media hora, pero en temporada alta al mediodía no es raro hacer hora y media de fila. Si además no tienes aún las entradas, hay que comprarlas en la oficina de información turística antes del palacio. Teniendo todo esto en cuenta, incluso para una visita mínima al palacio hay que dedicar o la mañana o la tarde entera.
Los jardines
Ya puestos a desplazarse hasta Versalles, qué menos que visitar los famosos jardines del palacio. En realidad los jardines son enormes, absolutamente inmensos, por lo que cuando decimos «ver los jardines» nos referimos a dar un paseo por la zona directamente enfrente del castillo hasta el Estanque de Apolo, entrando quizá en alguna arboleda especialmente bonita. Estos bosquecillos suelen estar cerrados en invierno, pero abren en verano.
Nada más pasar a los jardines desde la plaza del palacio nos encontramos al lado de la orangerie, uno de los jardines más bonitos del lugar. Las fotos desde la veranda son preciosas, pero además tiene unas escaleras por las que se puede bajar para visitar el jardín. A la derecha se encuentran el parterre d’eau (parterre del agua), con los dos estanques principales, enfrente del palacio, rodeados de esculturas. Y enfrente de él, bajando las escaleras, se encuentra el parterre de Latone (parterre de Latona), que tiene uno de los estanques más bonitos del jardín, llamado también estanque de Latona.
Desde aquí se puede ver el estanque de Apolo, al que se puede ir directamente en línea recta, pero a un lado y a otro hay montones de pequeños jardines, cada uno con un estanque o juego de aguas diferente. Los más sorprendentes son el bosquet de la salle de bal, a la izquierda del parterre de Latona; el bosquet des bains d’Apollon, a la derecha del mismo parterre; y el bosquet de la colonnade, a la izquierda justo antes de llegar al estanque de Apolo.
Finalmente se encuentra el estanque de Apolo, pieza central del jardín, que divide el área por la mitad y desde donde se aprecia la inmensidad del lugar. A un lado del estanque tienes un par de tiendas y restaurantes, el camino que lleva al Trianón y, sobre todo, puedes acceder al Gran Canal. En invierno suele haber únicamente remeros locales entrenándose, pero en temporada alta puedes alquilar un pequeño barco con remos para dar un paseo por el canal.
Los jardines están preciosos cuando nieva, pero esto solo ocurre unos pocos días al año y caminar se vuelve bastante peligroso, ya que no se ven las escaleras y te arriesgas a caerte y hacerte mucho daño. Sin embargo, la mejor temporada para visitarlos es a finales de la primavera o verano, cuando los bosquets están abiertos, las esculturas al aire y el sol brilla con fuerza.
Gran Trianón
A 10 minutos a pie del estanque de Apolo se encuentra el Gran Trianón, uno de los dos complejos que existen dentro del jardín. Aquí, al contrario que en el palacio, nunca hay mucha afluencia, así que se puede visitar en cualquier época del año con tranquilidad.
El Gran Trianón tiene varias habitaciones interesantes, con muebles que datan sobre todo de la época Napoleónica y de las pequeñas estancias de Bonaparte y su familia. Lo que tiene a su favor es que las habitaciones son bastante más espacios y mucho más luminosas, por lo que aunque no verás la cama de Luis XIV, podrás ver otros muebles magníficos.
Sin embargo, lo más impresionante es el peristilo de mármol rosa con vistas a los jardines; un lugar absolutamente extraordinario. Además, también tiene sus propios jardines. Si bien estos no son tan deslumbrantes como los del palacio, también tienen cierto encanto, así que se le pueden dedicar 10-15 minutos.
Pequeño Trianón
El Pequeño Trianón probablemente sea mi lugar favorito de Versalles. Este pequeño palacete es la zona más apartada del palacio, pero también la más encantadora. El edificio en sí se puede visitar en tan solo media hora y por dentro está bastante vacío, especialmente comparado con el palacio, que tiene montones de obras de arte unas sobre las otras; o incluso el Gran Trianón, que además de algunos cuadros tiene muchísimos muebles de todos los colores.
Pero al salir del edificio nos encontramos con un pintoresco jardín, muy fotogénico, por el que podemos dar un corto paseo, y desde allí se nos abren varios caminos con los que recorrer los dominios de María Antonieta. Hacia la izquierda nos dirigimos al belvedere, pequeño edificio octogonal situado encima de un montículo, al lado de un peñasco artificial con una cascada que da a un estanque.
Desde aquí, siguiendo un riachuelo, llegamos a la aldea de la reina, un pequeño poblado en el que María Antonieta pasó sus últimos años. Aquí hay una casa que sobresale por encima del resto, la casa de la reina, y alrededor de ello encontramos todo tipo de edificios: un molino, una lechería, un palomar, un faro… Si pasamos entre las casas, en un extremo existe aún una granja, y cuando hace buen tiempo puedes ver los animales: desde cerdos y vacas hasta llamas y cabras.
Finalmente, desde la aldea de la reina se puede dar un paseo hasta el templo del amor. Este edificio neoclásico, completamente de mármol, ofrece vistas al Pequeño Trianón, y en el centro tiene una preciosa escultura que representa a un querubín o amorcillo, con un arco entre las manos.
Una vez llegados aquí, ya no queda más que volver a la entrada dando un agradable paseo, coger el tren de vuelta a casa y dejar que las piernas descansen.